Desde que tengo uso de razón, siempre he considerado la lectura y la escritura como mis fuentes de confort más importantes y solidarias. Desde muy pequeña se me inculcó que el leer y escribir no solo eran destrezas necesarias para tener una educación propia y formal, también servían como herramientas para desarrollar nuestra creatividad, entender nuestras emociones y canalizar nuestros pensamientos. Siempre he visto a la lectura y a la escritura como compañeras de vida, esas amigas que me han seguido siempre y que poco a poco me han ayudado a seguir adelante, ayudándome a cargar con el peso del diario vivir. Por eso y por muchas otras razones cada vez que alguien me pregunta que hago para relajarme o despejar la mente les recomiendo a todos lo mismo: leer y escribir.
Aunque leer es uno de los pasatiempos más antiguos del mundo, todavía hay quienes cuestionan si es algo que realmente nos ayuda a relajarnos, ya que para muchos es un hobby bastante demandante. Aún así, el libro correcto puede cambiarlo todo. Como es demostrado en la famosa película Matilda, los libros siempre nos dejan saber una verdad intrínseca y absoluta a cada uno de los que decidimos leerlos: no estamos solos. Siempre podemos sentirnos acompañados por las historias que leemos y los personajes que habitan las páginas de nuestros libros favoritos. También podemos sentirnos aliviados e incluso identificados cuando descubrimos personajes que son similares a nosotros, o cuando leemos historias que se asimilan a nuestra realidad. La lectura se convierte en un portal que nos ayuda a descifrar la complejidad de la naturaleza humana página por página. En una época donde los teléfonos celulares y las redes sociales acaparan la mayoría de nuestro tiempo, es importante darnos la oportunidad de intercambiar la tecnología por los libros y más aún cuando nuestros días se ven abrumados por el trabajo, el estudio o nuestra vida personal. El poder perderse en las páginas de un buen libro luego de un día difícil y olvidarse de todo lo que ocurre a nuestro alrededor por unas horas es el mayor privilegio del mundo y el mejor de los consuelos. No hay mal que un buen libro no cure.
Por otra parte, la escritura también tiene el poder de ayudarnos a despejar la mente e inclusive, a organizarla. Aunque parezca algo bastante obvio, no son muchos los que conocen que la escritura se puede utilizar de manera terapéutica. A la mayoria de las personas se nos hace difícil entender nuestras emociones del todo y el poder dialogar abiertamente sobre cómo nos sentimos siempre es un poco abrumador. Sin embargo, podemos llegar a tener un entendimiento más profundo y concreto sobre nuestro monólogo interno si lo plasmamos con lápiz y papel. Podemos desahogarnos a través de la escritura, más aún cuando no encontramos cómo comenzar a contarle a los demás lo que pasa por nuestra mente. Mantener un diario en el que escribimos todos los días o mínimo de vez en cuando ayuda a que nos conozcamos mejor y a que nos expresemos de una manera más libre a la hora de comunicarnos con los demas.
Cuando leemos y escribimos nos permitimos descubrir mundos nuevos y aprendemos a expresarnos mejor, no solo con nosotros mismos, sino que también con nuestros seres queridos. Alimentamos nuestro espíritu creativo y nos aventuramos a crecer intelectual, sentimental y emocionalmente. En pocas palabras, la lectura y la escritura nos sirven para mucho más de lo que pensamos.