¿Cómo uno cierra un capítulo así? Hace cuatro años cuando entré a la universidad, con miedo a dejar a mis amistades del colegio atrás, dudosa por saber si había escogido la carrera correcta y asustada por cómo me pintaban que iban a ser los profesores. Es ahí que en un abrir y cerrar de ojos, sin mirar el reloj y sin contar los días, me di cuenta que cambiaban mis expectativas al igual que mi vida, se expandieron mis horizontes y encontré un mundo nuevo el cual llamé universidad. Conocí a los que hoy considero como mis hermanos/as, a mis “panas del pasillo”, esos que saludaba todos los días sin recordar su nombre, a mi “corrillo” de almuerzo y, por último, a mis profesores. Hubo unos más estrictos que otros, unos hacían de su clase un infierno y otros un paseo. Sin embargo, hoy en día son una pieza clave en mi desarrollo como persona, estudiante y profesional.
Pensé que esta etapa sería difícil, pero lo difícil es despedirse de ella, lo que se convirtió para mí en un hogar por varios años, ese lugar en el que llegaba corriendo a la clase para que no me quitaran puntos por tardanza, en donde la cafetería era el punto de encuentro y la biblioteca un lugar para dormir, hasta que llegaban los finales. Ese en donde tuve que comer, varias veces mi almuerzo en el pasillo para terminar el trabajo de la próxima clase. Un lugar en donde aprendí que las notas no miden la inteligencia, la vida es del listo y no todo es como nos lo pintan.
Sin duda, no fue fácil, pero con el apoyo de mis compañeros y amigos, hoy puedo decir que fue mejor de lo que me imaginaba. Me llena de alegría saber que me llevare para siempre todas las risas, historias, memorias, experiencias, sueños que compartí junto a mis amigos. Ahora la vida nos separa por distintos caminos que algún día se cruzaran. Lo mejor de todo es que no solo cerramos un capítulo, sino que abrimos otro.