Suéltate las trenzas cuando quieras
Venme a ver con la cara lavada
No pierdas el tiempo en las maneras
Que el rimmel no hace a la mirada
Kanka ft. Jorge Drexler (2018)
Es curioso pensar que el ser humano es la única especie que, con frecuencia, busca alterar su propia naturaleza. Diariamente, buscamos reducir nuestros olores corporales, depilar nuestros vellos, inyectarnos para lograr resultados efímeros o incluso aplicarnos productos con la esperanza de que nos eliminen manchas, líneas de expresión, ojeras o acné. Sin embargo, cuando estas acciones buscan complacer un ideal de belleza, que se aleja de una rutina de cuidado y cae en una búsqueda de la perfección, es posible que experimentemos “beauty burnout”. “Beauty burnout” es un término informal que se utiliza para describir la sensación de estar abrumado, estresado o exhausto por la demanda de una rutina de belleza elaborada para cumplir con un estándar.
No es cuestionable que cuando pensamos en moda y belleza, ambas cosas tienen el rostro de una mujer; para ellas, esto no es una elección, sino una expectativa social. En nuestra sociedad, que una mujer decida no arreglarse es considerado casi un “acto revolucionario”, y si decide arreglarse, se espera que luzca de esa forma todo el tiempo. Cuando la mujer decide mostrarse al natural, se critica la naturalidad porque también se sostiene un ideal de cómo debe lucir, de manera que, por ser mujeres, nos predisponemos a estar constantemente pensando en nuestra propia estética.
Antes del “boom” de redes sociales, la manera en la que nos relacionábamos con la belleza era a través de las modas que iban surgiendo en nuestros círculos; este proceso era uno más lento y brindaba la oportunidad de darle un toque auténtico y personal a esa moda. Sin embargo, ahora la belleza es una industria estructurada, rígida y más rápida debido a la intensificación de este contenido a través de los medios digitales. De acuerdo con una encuesta realizada por Dove (2024), se expone que 9 de cada 10 niñas y mujeres comentaron haber sido expuestas a contenido dañino de belleza de manera “online”, y que 1 de cada 3 mujeres sentía la presión de alterar su apariencia a partir de lo que veían en las redes (aun si era generado por IA).
El “beauty burnout” se manifiesta tanto en un agotamiento emocional como económico. Gastamos cientos de dólares en citas en estéticas, uñas, cabello, productos para la piel, entre otros. Cada día, pareciera que sale un producto nuevo prometiendo que, si lo compras, tendrás mayor reducción en la apariencia de los poros, siendo justo ahí donde radica el problema. La presión que se ejerce con estos productos genera una hipervigilancia de nuestras imperfecciones, que tengamos inseguridades nuevas, y que el poder elegir algo que nos inspire se reduzca a lo que se vuelva viral en las redes. Esto último no solo sucede con frecuencia, sino con mucha rapidez, lo cual resulta difícil que podamos “keep up” con las tendencias. Como consecuencia, podemos sentirnos abrumados con la ola de productos, anuncios, consejos, rutinas y “trends” que aparecen a diario, posiblemente generando cierto impacto en nuestra autoimagen y autoestima.
Redefinir la belleza
El arreglarse o cuidarse físicamente no es vanidad; de hecho, es un acto de respeto y amor hacia nosotras. No obstante, la línea se cruza cuando el ‘cuidado’ estético se torna en un acto degradante hacia nuestro cuerpo, finanzas y salud. Para evitar caer en el “beauty burnout”, no se trata de dejar de cuidarnos, maquillarnos o vestirnos, sino de recordar el propósito detrás de hacerlo. La belleza debe abordarse desde el realce de lo que ya somos, y no desde el intento de corregir lo que nos enseñan a rechazar.
Como consumidores de productos estéticos, debemos poder discernir si adquirimos productos por tendencia o por una necesidad genuina. De igual forma, es importante saber si con lo que nos comparamos es real o producto de un filtro, inteligencia artificial o una imagen editada. La belleza no nace de la rigidez de una rutina, sale del deseo de jugar y explorar con nuestra apariencia, no del deseo de borrarla. Cuidarnos debería ser una muestra de autonomía, creatividad y, sobre todo, enaltecimiento de nuestra diversidad, porque la verdadera belleza no agota, sino que nutre.