Nunca pensé que un concierto me diera tanto en que reflexionar, acerca de mi país y a dónde nos dirigimos como generación. Nunca he ido a un concierto en mi vida, hasta este momento. Soy lo que aquí en Puerto Rico se le conoce como “jíbara,” del campo, de la isla, como prefieran catalogarlo. Y claro, estuve en la residencia de Bad Bunny cuando el huracán Erin nos causó incertidumbre. Sin embargo, lo que me sorprendió fue la narrativa que experimenté por mí misma a través del transcurso del concierto. Una experiencia nueva y familiar, pero puntualizada por este concierto que está en boca del mundo entero.
“Somos grandes, Puerto Rico. Que nunca nos digan lo contrario. […] Somos grandes y, por lo tanto, nos merecemos más.”
Benito Antonio Martínez Ocasio en Frío Interlude, Residencia en el Choli (2025)
Primeramente, quiero resaltar que la residencia fue un espectáculo de principio a fin. Un popurrí de emociones y espíritu a la máxima potencia. El espectáculo que se vivió ahí fue a otro nivel, desde la producción, hasta el alma boricua en cada detalle. Todo tenía un propósito y me recordaron, en el mejor sentido, a esos pabellones que se daban en las escuelas durante la semana de la puertorriqueñidad. La energía de las personas a mi alrededor era contagiosa y llena de vida. La identidad boricua y la patria cobraron vida, aunque fuese solo por tres horas y media.
Ahí es donde chocaron mis dos percepciones; la de una joven de 21 años que apenas salía de su primer concierto y la de una lareña a quien le ha tocado vivir la desigualdad que se les da a la gente del campo. ¿Por qué la patria tiene que vivir solo en las paredes de un coliseo o en una tendencia?
La moda que marca este concierto ha generado estos últimos meses la sensación que siempre he vivido. El monte, las matas de plátano, el olor a café, todo eso lo llevo conmigo. ¿Por qué debería gastar grandes cantidades de dinero para que una camisa lo diga por mí? Cuando fui a pagar mi comida dentro del Choli, me dijeron que no aceptaban dinero en efectivo y el pago era solo con tarjeta o ATH Móvil. Se podría decir que viví un panorama similar al de la escena de la panadería del cortometraje DeBÍ TiRAR MáS FOToS. Por otro lado, durante el concierto me encontré en ocasiones sin saber cómo actuar porque disfrutaba de la música, pero a mi alrededor parecía haber una etiqueta de la cual desconocía.
Me alegra que recientemente a la cultura puertorriqueña se le dé la importancia y el amor que se merece. Nunca he dicho lo contrario, no obstante, vivir en el campo es otra historia. Especialmente cuando todos a tu alrededor quieren asemejarse a una nación que no es la suya. Por igual, el progreso parece haber dejado al lado el corazón de los montes que vieron nacer revoluciones, resistencias y legados. Es bien bonito ver a todos portar la pava, la guayabera y la flor de maga. Sin embargo, la patria durante tiempos en donde se victimiza nuestra calidad de vida, ¿aonde eijtá? ¿En la identidad jíbara se encuentra el verdadero orgullo o es solo un acto performativo con fecha de caducidad? Yo espero que no.
Yo crecí en Lares, la Ciudad del Grito, donde irónicamente todos los 23 de septiembre iba a la escuela, pero conmemoramos el día de Thanksgiving y el 4 de julio como si fuera parte de nosotros. No lo es, solo que lo hicimos parte de nosotros, así como el inglés y el sueño americano. Me acostumbré tanto a ver a los puertorriqueños perseguir un sueño ajeno al nuestro que el sueño boricua de jamás irse de la isla se vuelve incierto con cada noticia y cada aumento.
“Por favor, nunca dejes de tocar tu tambor.”
Jacobo Morales Ramírez en Frío Interlude, Residencia en el Choli (2025)
El patriotismo va más allá de una bandera, una pava o una residencia de treinta días. Vive dentro de mí y de ti; de cada puertorriqueño y puertorriqueña que está sobreviviendo en la isla o que se tuvo que ir. Eso es lo que nos transmite el concierto de Bad Bunny, más allá del perreo o la música. Lo que me llevé del concierto mientras el foco de la cámara que me dieron centelleaba en rojo, blanco y azul: la esperanza de que Borinquen se merece más y que podemos luchar por ello. La euforia que se vive en cada concierto de la Residencia debe ser el motor para que nosotros nos armemos de valor para defender y cuidar lo nuestro, no tratarlo como una tendencia más y menospreciar el campo. Porque el campo no se olvida; no tenemos el lujo de hacerlo.
Si vas al concierto, ya sea en Puerto Rico o en el tour mundial, disfrútalo al máximo. Vive el momento, saca fotos, baila y grita sin pena. Eso sí, no te olvides del Lelolai.