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Leyendas de Puerto Rico: Desde el folclore hasta criaturas y espíritus

Joelys Gelabert Cordero Student Contributor, University of Puerto Rico - Mayaguez
This article is written by a student writer from the Her Campus at UPRM chapter and does not reflect the views of Her Campus.

Quizás cuando eras niño te habrán cantado: “Duérmete, niño, duérmete ya. ¡Qué viene el Cuco y te comerá!” Además de ser una canción de cuna, esta melodía representa la leyenda de uno de los fenómenos sobrenaturales que existen en Puerto Rico. Estas historias se guardan en la memoria colectiva de generaciones a través de la escritura y la transmisión oral. A través de ellas podemos comprender cómo tememos, sentimos y explicamos lo inexplicable. Las leyendas son uno de los agentes que permiten demostrar la idiosincrasia del pueblo puertorriqueño.

Leyendas

Cuando pensamos en leyendas, es posible que las asociemos con un relato falso. Esto se debe a que encapsula criaturas y eventos que corrompen la lógica de la realidad. Sin embargo, hay personas que las consideran narraciones verídicas, pues estas intentan explicar los fenómenos surrealistas que puedan estar aconteciendo en una región particular. Conservándose, a través de cada relato, fragmentos de una época, un pueblo y una voz que se niega a desaparecer. A continuación, exploraremos algunas de las leyendas más conocidas de Puerto Rico.

El pozo de Jacinto

En el “pozo de Jacinto”, localizado en la playa Jobos de Isabela, se cuenta que existió un campesino llamado Jacinto. Un día, un ganadero de la zona le encomendó que pastoreara sus vacas. Una tarde, el cielo anunciaba una tormenta que se aproximaba, por lo que el campesino decide regresar al cercado antes de que lloviera. Una de las vacas era inquieta, por lo que Jacinto se la amarraba a su cintura. Sin embargo, en ese momento la lluvia comenzó y los truenos no se hicieron esperar. El estruendo del trueno asustó al animal, lo que causó que comenzara a correr de manera despavorida hacia el pozo, arrastrando a Jacinto pese a que este intentaba detenerla. La vaca cayó dentro del pozo, llevando al campesino con ella, perdiendo ambos la vida. Al otro día, el ganadero, molesto por el retraso de Jacinto con su vaca, comienza a gritar cerca de aquel lugar: “¡Jacinto, dame la vaca!”. Sin embargo, este nota que el mar se tornó violento, golpeando sus olas contra las rocas, viendo así los cuerpos de Jacinto y la vaca. De esta leyenda nace la creencia donde,  se dice que si gritas “¡Jacinto, dame la vaca!”, verás como el mar levanta sus olas enfurecidas.

La llorona de Coamo

Aunque es cierto que el personaje de la Llorona no inicia en Puerto Rico, las leyendas urbanas de la isla registran avistamientos que se asemejan al perfil de esta mujer. En Coamo, se cuenta que en el Puente Las Calabazas aparece una mujer vestida de blanco durante la noche, sosteniendo en su rostro una expresión de tristeza. La mujer se les aparece a los conductores pidiendo que la lleven a algún lugar. Si la ignoran o no aceptan llevarla, es posible que poco después se les desinfle una goma. Si decide subirla al carro, la apariencia de mujer cambia a una criatura espeluznante que comienza a llorar de manera desconsolada. Esta leyenda nace a partir de una serie de accidentes vehiculares que se estaban reportando de manera continua en esa zona de Coamo, ya que se comenta que el llanto de esta mujer es tan abrumador, que desconcentra al chofer, resultando que se estrelle al cruzar el Puente Las Calabazas.

La Garita del Diablo

Durante el imperio español, Puerto Rico solía recibir ataques de piratas, razón por la cual la capital estaba llena de murallas y vigilantes. Los soldados vigilaban día y noche en las garitas; de manera que, para evitar dormirse durante el turno de la noche, solían gritarse “¡Centinela alerta!” y aquel que estuviera más cerca respondía “¡Alerta está!”. Entre las garitas, había una distante y solitaria sobre un acantilado en el extremo de la bahía. Una noche, al soldado Sánchez le tocó vigilar en aquella garita. Como era de costumbre, los soldados comenzaron a gritarse para mantenerse alerta; sin embargo, cuando llegaron a gritarle al soldado Sánchez, este no respondió. Al amanecer, los soldados deciden verificar la garita que había permanecido muda durante toda la noche. Para su sorpresa, al llegar, lo único que encontraron fue el fusil, la cartuchera y el uniforme del soldado Sánchez. Este había desaparecido sin dejar ningún rastro. Los soldados, que eran supersticiosos, comenzaron a decir que había sido el “mismísimo diablo” quien se había llevado a aquel soldado, dándole así el nombre a la leyenda.

El Cuco

Aunque el personaje del Cuco no es original de Puerto Rico, sin duda, en la isla muchos niños fueron amenazados con la aparición de este. Se dice que el Cuco es una figura oscura poco definida, que tiende a andar  y acechar por la noche, siendo este el momento preciso para llevarse a los niños desobedientes. Con ojos brillantes, el Cuco observa a su víctima mientras permanece escondido dentro del closet, debajo de la cama o en cualquier sombra. Este espera el instante adecuado para llevarse consigo a aquellos niños que se quedan despiertos hasta altas horas de la noche o aquellos que no siguen instrucciones.

El fantasma de la graduación

Se cuenta que en el año 1975, un periódico publicó el caso de una chica en Yauco, que se encontró con un joven cerca del cementerio del pueblo. El joven le ofreció transporte y ella le comentó que se dirigía a su fiesta de graduación. Ya estando allí, tanto la muchacha como el joven bailaron toda la noche. Luego, cuando fueron a despedirse, la joven estaba fría, por lo que el chico le presta su chaqueta con intención de recuperarla al día siguiente. Al día siguiente, cuando llega el joven a la casa de la chica, lo recibe una señora, quien le dice que la persona a la que describe era su hija, quien había fallecido. Luego de mostrarle varias fotografías, el chico confirmó que era la joven de la noche anterior. Este decide ir al cementerio y, al llegar a la tumba de la joven, se encuentra sobre la lápida su chaqueta.

El Chupacabras

El Chupacabras fue reportado en Puerto Rico por primera vez en el 1995, luego de varios ataques a cabras, ovejas y otros animales. Se dice que en las montañas, existe una criatura con ojos brillantes y una apariencia reptílica. Este ser mata a su presa mordiendo el cuello y succiona  la sangre y órganos. Lo particular de esta criatura es que cuando ataca, lo hace de manera silenciosa y sin dejar ni una huella. Ataca a gallinas, cabras, toros, ovejas y hasta conejos, dejándolos completamente drenados. Esta criatura causó tanta controversia en la isla que hasta el alcalde del pueblo de Canóvanas, “Chemo” Soto, inició una búsqueda con la intención de acabar con el Chupacabras. La búsqueda de esta criatura no tuvo ningún éxito, pero aun así el Chupacabras se convirtió en una de las criaturas más famosas de Puerto Rico.

Como fue establecido anteriormente, las leyendas para ciertas personas corresponden a relatos veraces. Es posible que esto resulte complicado asimilarlo dentro de nuestro mundo empírico, y es por esta misma razón que estas narraciones muchas veces se rechazan o se olvidan. Las leyendas no intentan demostrar la realidad, ni mucho menos proyectarla tal cual es, más bien intentan explicarla y generar, de lo mundano, algo místico, y es justamente ahí donde radica su belleza. En Puerto Rico, las leyendas son parte esencial de nuestra cultura. Los personajes que tienen y las historias que comparten se pueden utilizar para sembrar valores, como lo es el Cuco, pero también para otorgarle aspectos mágicos a los lugares comunes, como lo es “El fantasma de la graduación”. Sin duda, la utilidad más común que se le da a la leyenda es el explicar lo inexplicable, y eso no es únicamente un rasgo de la idiosincrasia puertorriqueña, sino también de nuestra humanidad.

Joelys N. Gelabert Cordero is a fourth-year student at the University of Puerto Rico at Mayagüez, double-majoring in Psychology and Hispanic Studies. With a deep curiosity for culture, history, and the experiences that shape our inner and outer worlds, Joelys writes to explore and reflect on the shared human condition. She enjoys diving into topics like wellness, emotional development, and cultural identity, often drawing from everyday life to spark meaningful conversations. She’s also been involved in a women's empowerment project that uses poetry as a tool for expression and social change. Outside of writing, you’ll likely find her experimenting with her new watercolor set, staying active, or soaking in the atmosphere at poetry readings and musical events. When she’s not writing or reflecting on life’s big questions, she’s probably daydreaming about her next slice of pizza.