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This article is written by a student writer from the Her Campus at UPR chapter.
Por Ella
por Lorela Escribano Ramo

I. La mañana de abril contemplaba promesas incumplidas vagando entre las paredes de mi memoria. No hacia más que repetir escenas incansablemente, buscando razón para sus expresiones boquiabiertas, en reacción a lo que avistaban. Se les hacía complicado el entender por qué a mí me ocurría tanta cosa, pero es que yo ni buscaba el motivo de ellas. ni buscaba comprensión de la gente. Solo buscaba que soluciones, más que respuestas.

Paseaba entre la melancolía de un indicio de primavera que parecía mediados de otoño. Las hojas recién nacidas eran arrancadas de los tallos entre brisas forzadas por aguaceros. Mi cabello valsaba nublando mi vista, acompañado por el movimiento propio del caminar. El clima acogedor me provocaba pereza. Mis pasos se debilitaban en respuesta y mi cuerpo solo exigía un lugar donde reposar. Había caminado innumerables kilómetros y el paladar posaba sediento en espera. De igual forma nadie me había obligado a andar sin rumbo en busca de una alternativa utópica. Nadie me propuso la idea de correr a lo desconocido con el fin de vaciar mis ideas del pensamiento. La soledad solo me provocó más espacio para escenas inventadas y necesidad de descansar.

Habían ya pasado tres años. Tres años de mi situación actual, que no conseguía superar. Bueno, realmente debemos sumar a estos tres años, dos adicionales de mi relación con él y en conjunto siete de liderar conmigo misma entre mis paredes de ansiedad. Una gran parte de una vida, sin soltar una cosa para coger otra. En resumidas cuentas, alguien que no sabía seguir hacia adelante sin haber resuelto nada, encerrada en un espacio en donde el agua le llegaba después de la garganta, y todo me alcanzó como toro al color rojo.

Hacen cinco años, me hubiera querido detener a mí misma de haberlo conocido a él. Lo único bonito que sacamos de nuestra relación, fue mi Esperanza.

Voltee mi mirada. El camino a casa era muy largo.

Hubiese tenido la opción de llamar a alguien si no hubiese dejado tirado el celular en el suelo de mi sala. Las nubes se apretaban y no me quedo más de otra que devolverme, molesta por mi auto estupidez. Tanta gente que resolvía sus problemas con alcohol y yo jadeando como una loca en medio de la Boulevard.

Caminé por los apartamentos reconocidos, los restaurantes conocidos, los locales conocidos, asimilando más bien como este pueblucho tenia de todo en una sola línea recta. Precisamente esa era una de las razones por las cuales me mudé inicialmente, lo cual ni me servía de mucho ya que la ansiedad no me permitía salir en ocasiones. ¿Por miedo a qué? Si robos, asaltos, matanzas, y violaciones eran protagonistas de muchas noches, y últimamente, de días también. Entonces yo no entendía, que, si me fuese a pasar algo, me iba a pasar de igual forma, a la hora que fuese.

Hacen cinco años, lo percibí desde lejos en nuestra primera reunión de trabajo. Andaba nerviosa ya que era mi primera experiencia, por lo cual entiendo que fue la razón por la cual me atrajo, ya que era todo lo contrario a mí. Aunque ambos estábamos atentos, el mostraba ser un poco más picaresco, respondiendo a todas las preguntas, haciendo preguntas sobre sus dudas, ofreciendo su ayuda, etc. La única forma en la cual yo obtuve su atención fue cuando nos tocó hablar inglés y mi casi acento estadounidense, lo hiso girar, luego de un mes de entrenamiento.

—Me llamo Francis—se presentó, extendiendo su brazo en respuesta, esperando que lo saludara.

No pasó mucho tiempo y ya me encontraba envuelta en sus sabanas, aunque me cueste admitirlo. Meses dentro de una relación, tuve mi primer encuentro sexual no con tal solo él, sino con alguien en general. Fue demasiada la insistencia en donde él decía que no podía controlar sus deseos y que yo no podía continuar dejándolo en espera porque sentía molestias al comenzar un juego que no tenía conclusión. Fue un poco doloroso, pero mis deseos de estar con él por alguna razón podían más que una molestia de la ruptura de mi himen.

Un tiempo después descubría que, dentro de sus débiles intentos de esconder su teléfono, ocultaba algo. Ya tenía la experiencia de mi relación pasada en donde mi ex pareja escribía con múltiples personas y se enviaban fotos, videos, etc., como para saber que estaba ocurriendo. Entre celajes, pude ver que aún seguía hablando con la que él decía que era su ex pareja, quien casualmente estudiaba con él en la misma universidad y con quien se encontraba para almorzar.

—Y, ¿eso por qué?

—Eleisa, no te pongas así. Antes que novios, fuimos amigos y si no funciono, no significa que dejemos de serlo.

—Yo no soy amiga de ninguna de mis parejas. A esa mujer aun le interesas—le decía, basada en la insistencia de los mensajes, y la cantidad de llamadas al día.

—No es nada. No seas celosa.

Pero mi inquietud incrementaba con la texteadera constante de ambas partes y fue entonces cuando la inquietud se volvió demasiado grande y caí en la tentación de abrir su teléfono. Ya me sabia su contraseña de tantas veces que lo veía desbloquear el teléfono a mi lado. Inclusive cuando cambiaba la clave, no pasaba mucho para que yo supiera cual era.

Y fui ahí cuando vi, que, en los seis meses pasados de noviazgo, existía no solo su ex pareja, si no la pareja anterior a esa, y dos amigas que él decía que eran sus amigas del alma. Mensajes de redes sociales para encontrar pareja, y fotos….muchas fotos, mensajes de encuentro y lo más que me dolía.

¿Tienes pareja?

No.