Relaciones amorosas en la adolescencia
Pasé gran parte de mi adolescencia en una relación amorosa. La realidad es que para la edad que teníamos cuando empezamos, 16, manejábamos la situación de una manera bastante madura. Él era el típico estudiante deportista, miembro del equipo de soccer, que pasó del anonimato a ser de los más deseado por las chicas de la “high” y de la universidad, y arrasaba con cuánto premio y reconocimiento a atletas había. Era inteligente, la estrella del equipo, dedicado al gimnasio, guapo, amante de los animales, a mi disposición siempre, en fin, sentía que mi familia lo quería hasta más que a mí. Vivía un cuento de hadas. La típica relación con la que toda chica en su adolescencia sueña.
Y hablando de adolescencia…. la palabra “adolescencia” lo que significa es CRECER. Se vive una etapa entre la infancia y la edad adulta. Esta etapa está caracterizada mayormente por los cambios; cambios físicos, como lo es la aparición de vello corporal, cambios psicológicos; hay una confusión emocional, donde persisten los cambios de humores, se desean sentimientos fuertes y experimentar sensaciones, cambios sexuales; en el cual empiezan a desarrollar el sistema reproductivo y cambios sociales; se busca ser parte de un grupo de amistades cuyos intereses vayan a la par con los suyos y también se buscan momentos de soledad para construir su propia identidad. En conclusión, la monotonía en la adolescencia es intolerable.
Para el adolescente, a mi entender, la soledad es totalmente necesaria respecto a su formación como adulto. En ocasiones, uno necesita su espacio para estar con uno mismo, disfrutar de ese espacio y conocernos. Además, que nuestro trabajo como adolescentes, es probar y la búsqueda de nuestra identidad. Eso explica el por qué hoy nos gusta una cosa, pero mañana nos gusta otra. Andas en la búsqueda y definición de tu orientación sexual y experimentas de todo. Es mucha presión y responsabilidad someternos a una relación estable, aunque ésta sea bien manejada. Debemos buscar soltar “ataduras”, y gozar nuestra independencia.
Esto no quiere decir que me arrepiento de haber pasado 5 años de mi adolescencia/juventud compartiéndola con una persona, pues de ahí aprendí mucho, además, no la pasaba mal junto a él pues realizamos actividades que nos hacía sentir bien. Pero sí que si hubiese sabido antes cuál es el rol de un adolescente, definitivamente, no me hubiese atado tanto tiempo a una relación amorosa que conllevó tanta formalidad. Pues no considero justo para un adolescente, someterse a ese tipo de presión. Cuando entendí esto, decidí que era momento de darnos espacio y de buscar las cosas que nos gustaban cada cual por su lado.
Ajustarse luego a vivir no me fue fácil, reconociendo que la co-dependencia me acompañó unos días. Pero mis propósitos e introspección fueron mis mejores aliados, llevándome rápidamente a otros “espacios” que disfruto lo que yo diría; a otro nivel, sin el estigma de que uno necesita la compañía de una pareja. Los adolescentes deberían practicar y confiar más en la decisión de no amarrarse a una relación, esto aportaría experiencias sin la presión de estar relacionados sentimentalmente.
Hay que permitirse vivir…con los retos de cada etapa, con responsabilidad, siendo receptivo a nuevas experiencias que aporten crecimiento y madurez a nuestro carácter. Estos aspectos son importantes toda vez que sirven de referencia en nuestros nuevos retos, nos aporta seguridad, lo cual es muy valiosos cuando lo cultivamos con conocimientos adquiridos en lo académico, en consejos recibidos, unidos a nuestros maestros de la vida cotidiana. Mi concepto es que hay que atreverse a vivir, sin esconderse de lo que nos presenta la etapa y sin los excesos que también se presentan.