A veces se me olvida que el mundo gira y que el tiempo no se detiene. A veces solo me detengo a mirar a mi alrededor y observar como todo pasa tan rápido y no nos da tiempo casi ni a vivir. Y allí… en el medio de tanto ajetreo me pregunto: ¿si estoy cumpliendo mi propósito en la tierra? ¿Cómo lo sabré?
¿Esta bien que me tire para atrás a esperar que las cosas pasen? Aunque mi cuerpo me dice que me detenga y coja un descanso de todo, mi mente por otro lado no para de pensar que debería hacer algo, además de estar parada ahí, observando a todos.
Y ahí, es donde vienen a mi mente el: ¿De verdad esta la vida que quiero para mi? Una en la que entre el trabajo y la universidad casi ni me da para “vivir como se supone”.
A veces solo quisiera tirarme en mi cama y escuchar todos los álbumes de mis artistas favoritos y disfrutarme cada melodía y lírica. Pero… ¡adivinen que! No puedo hacer eso. Si me descuido un solo segundo echo a perder todo lo que tanto tiempo me logro construir y mantener en balance. Buenas notas por volver a repetir las clase y un buen trabajo por un tormento para poder sobrevivir con un miserable sueldo.
Es increíble como un momento de paz o de “tomarme las cosas con calma” se convierte en un lío. No entiendo en que momento crecí y la vida se convirtió en esta bola de responsabilidades y cosas que hacer. No saben cuanto extraño esos momentos en los que era una pubertad llorando porque mi mejor amiga no me hablaba o porque el chico que me gustaba no me hacía caso. Ahora mi vida es un tren que nunca para y en cada estación se va poniendo un poco más difícil la cosa.
¿Cuándo la vida se volvió tan complicada? ¿Cuándo se volvió la norma llevar una vida tan ajetreada? En la que vives para trabajar y trabajas para poder vivir.
No se en que momento hicimos algo mal como sociedad o que fue lo qué pasó… pero ¡No me gusta esta presión de la adultez!
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