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This article is written by a student writer from the Her Campus at Albizu chapter.

Querida persona creyente:

          Mi nombre es Marisol López González. Soy una joven de 27 años. Fui “nacida y criada” en la Iglesia, como muchos hemos sido en esta isla. Me encuentro intentando de escribir unas palabras que siento reflejan realmente la praxis del cristianismo. Palabras que siento que debemos recordar. Ciertamente el tema de la sexualidad es un tabú en muchos espacios de congregación y trabajar con personas de la comunidad LGBT+ aún más. Hoy me asumo, dentro de todas mis identificaciones, como creyente Y miembro de la comunidad LGBT+. 

          Aceptar y coexistir en ambas identidades en un inicio no fue fácil, a veces todavía no lo es. Mi consolidación me creó paz, e inclusive trascendió mi relación con Dios, y mi relación con lxs que me rodean en mi vida, creyentes o no. Llevo tiempo reflexionando, pero sobre todo sintiendo mucho sobre temas y debates que se han dado recientemente, tales como el Proyecto P. del S. 184 sobre la Prohibición de (las llamadas) Terapias de Conversión. Observar y sentir la discordia, pero sobretodo ver y leer la justificación del discrimen y la marginalización a través de lentes “sagrados” me hizo intentar de plasmar estas palabras que les comparto hoy. 

          El poder de la palabra fue intencionado para edificar y construir, crear espacios seguros donde todxs pudiesen convivir en la armonía que Jesús nos trajo con su estancia en la Tierra. El poder de la palabra no fue creado para oprimir, discriminar, ni violentar. Todas estas cosas fueron condenadas y señaladas. Si su discurso aparta, cohíbe, interrumpe o amenaza la relación de algunx  hermanx con Dios, debería de repensar de qué manera realmente está accionando la palabra de Dios. A fin de cuentas, sus enseñanzas nos mostraron que hay que ser más como el leproso, la mujer prostituta, el ladrón, y mucho menos como los falsos profetas. El mandato que podríamos decir que es un resumen de lo que Jesús nos mostró se encuentra en la parábola del Buen Samaritano (Lucas 10:25-28). En esta parábola un Maestro de Ley le pregunta a Jesús qué debe para alcanzar la vida eterna. Jesús le responde dos cosas: “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo”.

          Su comando no fue colonizar a un otrx con nuestras creencias, pensamientos o visiones de mundo, sino que nos invitó, AMAR. Ese significado a nivel bíblico se desprende de la misma esencia de Dios. Es ver al mundo, es hablar, es actuar desde el amor. Nos llamó a presentar el evangelio, no a imponerlo. Cuando utilizamos pasajes bíblicos, cuando le decimos a una persona de la comunidad LGBT+ “estaré orando por ti”, haciendo referencia a su orientación sexual y/o identidad de género, “tú lo que tienes son demonios”, “tu alma ira al infierno”, ¿Realmente estamos predicando el amor de Dios?, ¿Realmente aportamos a la salvación del hermanx? O son estos supuestos basados en nuestras opiniones y creencias de lo que debe ser un hijx de Dios. Nuestras creencias pueden estar arraigas a discursos sociales como la heteronormatividad, que es creer solo en que las únicas relaciones que pueden dares de índole sexual y/o afectivas son heterosexuales(hombre y mujer). Mi finalidad no es discutir sobre la diversidad de opiniones o creencias, necesariamente. Mis palabras son un intento, como creyente y como miembro LGBT+ de reflexionar junto a ustedes, ¿Seguimos cumpliendo el mandato de amarnos sobre todas las cosas?

          El perdón que Jesús exclamó en la cruz “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34), ¿Ha sido un perdón que hemos internalizado? Este perdón no significó que todxs fueron perdonados, sin arrepentimiento y sin fe. Ese perdón, fue uno lleno de misericordia, fue un “Padre, perdónalos” poniendo en vigor el principio que había enseñado en el sermón del Monte:”Habéis oído que se dijo:’ Amar al prójimo y odiar a nuestro enemigo. Pero yo les digo: Amar a nuestros enemigos y orar por los que les persiguen “(Mateo 5:43-44). Jesús, el perseguido, oró por sus perseguidores. ¿Estaremos siendo lxs que persiguen a otrxs (comunidad LGBT+) ?, ¿Estamos siendo aquellxs que evocan sufrimiento a un otrx con nuestras acciones y palabras?, ¿Estamos condenando a otrxs a la muerte, en este caso, espiritual?

         El amor que tanto predicamos nosotrxs lxs creyentes, del cual tenemos referente en la biblia, no parte de criterios de exclusión. En la biblia nunca se dijó que unx dejaría de amarse o amar al prójimo por ser negrx, pobre, de sexualidad diversa, etc. El amor que predicamos no se supone que sea uno condicionado, porque de la manera en que lo impartimos de esa forma, nos encontramos lejos de la esencia de Dios. No debería de existir una jerarquía de pecados. No por ser gay,lesbiana, trans, género no-binarie, pansexual, queer, etc tenemos que señalarles que son “menos hijxs de Dios”. Todxs somos partes del mismo rebaño, y Dios imparte la misma misericordia, el mismo perdón, compasión y amor a todxs ¿Por qué a nosotrxs se nos hace tan difícil impartirlo?

         Junio es el mes de celebrar el orgullo gay, y tal vez para muchxs esto solo signifique bailes, paradas, colores, brilloteo’ y nada más. Este espacio honrado para dicha celebración es reconocer, visibilizar las luchas que han pasado la comunidad. Celebrar la comunidad que muchas veces ha sido su única salvación, porque es la que les ha recibido con amor.  Es un mes de acompañar a otrxs miembros de la comunidad LGBT+ en sus difíciles condiciones de vida, de señalar las instituciones y las violencias que se sufren y que nos matan. Es luchar para que experiencias de “conversión” no continúen traumatizando miles de personas solamente por señalar que su orientación sexual o identidad de género no es una correcta, no es una aceptable. No hay nada que convertir, que no sea el discrimen, el odio, el rechazo en espacios de aceptación y amor. 

         Muchas personas son afectadas, y más aún miembros de la comunidad LGBT+ cuando las posturas que asumimos desde la Iglesia les hieren, les cancelan, e inclusive a muchxs les lleva abandonar su identidad espiritual. Creo en que podemos organizar mejores espacios, donde realmente aceptemos a todxs por sus mismas condiciones de ser humano.  Creer en la palabra de Dios es también una invitación a velar por la injusticia que otrxs pueden estar recibiendo. En la biblia hay un sinnúmero de personas ejemplares de esto, sobretodo Jesús mismo. Él que sanó, él que compartió con lxs marginalizadxs por la sociedad, él que sacó a fuerza aquellxs vendedores que se apropiaron del templo de su Padre, él que señaló a los fariseos y a los falsos profetas, él que sanó y veló porque las mujeres no fuesen violentadas. Ser más como Jesús, es entender la humanidad de su santidad, y de aprender de la esencia de Dios en sus acciones y palabras. 

 

Si tu amor no es revolución, entonces no es amor semejante al de Jesús. 

Luchemos más, abracemos en amor y solo convirtamos espacios, para que sean unos de aceptación. 

 

ATT una hija de Dios, que no es menos por su orientación sexual y que es igual de amada. 

 

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