The Pianist

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           “The Pianist” dirigida por Roman Polanski y estrenado en el 2002. Desarrollado en los años de la segunda guerra mundial MCMXXXI (1931)  hasta MCMXLV (1945). [1]Wladyslaw Szpilman, un brillante pianista polaco de origen judío, vive con su familia en el ghetto de Varsovia. Cuando, en 1939, los alemanes invaden Polonia, consigue evitar la deportación gracias a la ayuda de algunos amigos. Pero tendrá que vivir escondido y completamente aislado durante mucho tiempo, y para sobrevivir tendrá que afrontar constantes peligros.

            Personajes de importancia son, [2]el protagonista Wladyslaw Szpilman, ya que la película gira sobre cómo pudo sobrevivir los 5 años de la ocupación alemana en Polonia. Janina Godlewska y Andrzej Boguki, fue la primera pareja que ayudó al protagonista cuando este escapo de la Gueto. Wilm Hosenfeld, capitán alemán, ayudó a Wladyslaw en el término de la guerra le dejó provisiones cuando este se marchó y le dio un abrigo para el invierno polaco.

          Hitler decide hacer su invasión en diversos países que contradecían su régimen político, se quería implementar la política nazistas que discriminara a los judío. Se puede observar en la película que la segunda guerra mundial afecta a muchas personas. Unos aumentaban económicamente muchas ganancias. Mientras que los judíos aumentaban rápidamente su estado económico. Los nazis, como grupo político militar, trajeron mucha opresión. Estos alemanes eran fríos, malvados, insensibles y cometían actos inhumanos. Los alemanes se dejaron utilizar como marionetas de Hitler. Seguían una idealización inhumana. [3] Con todo, el número no libró a los judíos que se quedaban de los malos tratos a los que eran sometidos por parte de los oficiales nazis. Un comportamiento que, aunque era habitual entre los guardias, fue aumentando entre algunos soldados. Uno de los más salvajes era un soldado al que los presos llamaban «Ziszás». Para él era un placer casi erótico maltratar a la gente de un modo peculiar: ordenaba al infractor que se inclinara, se colocaba la cabeza del hombre entre los muslos, apretaba con todas sus fuerzas y le destrozaba el trasero con un látigo, pálido de ira y repitiendo entre dientes: “Zis, zas. Zis, zas”. Nunca soltaba a su víctima hasta dejarla desfallecida por el dolor. Dijo, Wladyslaw Szpilman.

            [4]El Holocausto representó el asesinato sistemático, dirigido por el Estado, de seis millones de personas por la Alemania nazi y sus colaboradores. La ideología nazi describe el mundo como una lucha racial y en su núcleo central se encuentra la destrucción de todos y cada uno de los judíos. Millones de civiles inocentes fueron perseguidos y asesinados por los nazis, pero la eliminación de los judíos se encontraba en el mismo centro de la política de los nazis.

          Excelente biografía para poder demostrar el dolor que sintieron los judíos. Todo por culpa de un hombre que cree que los alemanes son puros y superiores. Nadie debe de sufrir como los judíos sufrieron. Pero no solo fueron los judíos sino también las personas con piel oscura, homosexuales y todo aquel que se opusiera a Hitler.  [5]El final, cuya encadenación de causas-consecuencias me ahorro, no por economía narrativa sino porque escribir sobre una representación sobre lo irrepresentable vuelve redundante el asunto, es quizá la expresión misma del pathos post-barbarie, una sonrisa irónica de supervivencia, unas manos que siguen tocando la música hasta el final, unido al llanto desolado en las ruinas, y al nihilismo propio de aquellos lenguajes que alcanzaron tan altas cumbres, y que sin embargo siguen re-sonando. Quizá algo no esté tan muerto como presuponíamos.

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